jueves, 5 de julio de 2012

MUÑECA


                                                             
Sola quedé en el piso de madera de la casa que me había recibido como mi hogar.  Todos vinieron a verme, había sido un fino regalo para la niña de la casa. Sus finas manos me habían tomado y todos allí vieron mis espléndidos ojos azules vidriosos, de pestañas largas, mi porcelana de fina procedencia y mi traje de lúcido esplendor    Mi dueña me había colocado en un lugar preferencial, pero al pasar al refugio que los protegería del asecho alemán, corrió a toda prisa. Y me transformé en finos pedazos que ni siquiera albergaban un corazón latiente, que se pudiera observar. Algo de sentimiento yacían en mí, sin embargo, ya que habría querido decir la promesa de NO TE OLVIDARE JAMAS, pero no pudo ser. Dos hermosos galanes posaron su mirada en mí. Un aristócrata de bella presencia. Ataviado con un fino uniforme lleno de medallas, cerca de un aeroplano de la época. Hacía en un fino cuadro enmarcado en la pared .  Sus ojos se sumergieron  varias veces en mí, provocándome  un cálido sopor. 
   Igualmente, desde un plato de porcelana, muy semejante a mi ser, no dejaba de verme a los ojos y a los labios; un apuesto capataz moreno y de ojos verdes de la lejana California . En verdad, era extraño lo que sentía, ambos me habían hecho experimentar, sentimientos confusos y muy difíciles de comprender.  Todos  habían sido gentiles conmigo.  Poseían una gran sensibilidad, la cual apreciaba en grado superlativo. Y un poco de mi sentir le pertenecía a cada uno. Pero ya no había posibilidad, me había convertido en frágiles pedazos de ilusiones, de desear ser y pertenecer, pero ya era un amargo pretérito que jamás será.
                                  


                                                                   



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